martes, 27 de julio de 2010

Un león en apuros.


Erase una vez un león, un león que existía, un león que vivía. Este león, cuya identidad no viene al caso, era uno activo, fuerte, osado, que no paraba nunca de hacer cosas. Hoy, sin embargo, este león se encuentra en un estado diferente al que solía estar. Digo bien, solía. Este león ya no es, ya no existe, ya no vive.

Nuestro león, que hoy nos trae a este relato, era un león con ganas. Siempre tenía ganas de más y más. Hoy ya no es así. Este león, que vive hoy otra vida, está sumido en la introversión ulterior, el último paso al cese de la vida.

Muchos dirán, "Pobre león...",pero no sirve de mucho. Nuestro león vivía, cuando vivía, en el medio de su sabana en la que encontraba más animales, de su misma especie u otras, con los que decía convivir en plena paz y armonía. Los otros animales respetaban al león, su rey de la selva, su compañero, y quizás no tanto protector, pero sí compañero.

Hoy nuestro león está en graves apuros. Nuestro león ya no ve a su sabana de forma tan familiar ni acogedora. Este lugar se volvió hostil, severo, desagradable. La sabana. ¿Qué tendrá esta sabana que tanto angustia a nuestro león? Es lo que muchos se preguntan, yo incluido. Es por esto que nuestro león hoy, aquí y ahora se encuentra en apuros: su sabana ya no es suya. Su sabana ya no lo recibe como siempre. Su sabana es mayormente hostil.

Si bien este león, al que yo aprecio mucho, era mucho más joven cuando estaba en su plenitud, y bien podría seguir estándolo, ya no lo siente así. Pobre león... ya no es quien solía ser. Ésto lo confunde y frustra. Ya no siente, no quiere, no se compromete, ni, mucho peor, ama como lo hacía antes.

¡Amar! ¡Qué linda palabra! Una que nuestro león siempre tomó como propia. Este león amó mucho, a otros pocos leones, pero los amó mucho y de verdad. La vida gradualmente los fue separando, y el león ya no los amó más, así como tampoco siguió siendo amado. El amor... ¡ay, el amor! Otro acertijo aún sin resolver en la vida de nuestro león.

La vida nueva del león es más monótona, más chata, más vacía. Qué raro, ¿no? Un cambio de estado sumamente radical en la vida de una animal tan activo. El león se pregunta lo mismo: "¿Qué me pasó?", se dice muchas veces. Este interrogante lo acompaña todos sus días.

Lo que sí conserva este león es siempre su alegría y sus ganas. Los apuros de este león consisten en su mera falta de voluntad, su creciente desgano, su apatía con el resto de la sabana. Nuestro león ha pedido ayuda. ¿Cómo puede ser que el rey de la selva mismo pase por algo así? Muchas veces la obtuvo, muchas otras no. La hostilidad de la sabana se mostró fervientemente en este aspecto. A nuestro león, hoy la sabana ya no le importa demasiado, podemos hasta decir que le da lo mismo.

Muchos dirán, "Pobre león...", pero no sirve de mucho.

No hay comentarios:

Publicar un comentario