jueves, 29 de julio de 2010

Un león que no caza.

Tuve la oportunidad reciente de charlar un rato a calzón quitado con el león, nuestro león. Sí, ese mismo león del que hablaba días atrás. Este león, como todos los demás animales, debe sobrevivir en su sabana, que ya había dejado en claro que él no estaba muy conforme con ella.

Recientemente, nuestro león encuentra que le es muy difícil salir a cazar. Esta problemática trae aparejada un simple hecho: no se caza, no se come, no se sobrevive. El motivo es muy simple, depresión. No sabe bien por qué, pero el león se encuentra deprimido, por más que durante la mayoría del día quiera aparentar algo más, generalmente, cuando está con otros animales. Esto para él es muy frustrante. El león necesita algo que lo empuje, que lo anime.

Sabe perfectamente que este motor que necesita está en sí mismo. Por eso mismo, sabe que, como les conté en algún otro momento, está en apuros. El león hace lo que puede, pero no lo puede todo. Ya no. Es esta depresión la que hace que el león, león, él, ya no pueda cazar, ni tomar la cacería con el compromiso que debe. Nuestro león no se quiere demasiado a sí mismo. Entonces, para qué cazar? Para qué mezclarse con el resto de la sabana?

Esto se pregunta el león todos los días: ¿Para qué?

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